
SU MAJESTAD
EL CHISME, FALSO Y DOMINADOR.
Una relectura del arte correo
Curaduría: José Herrera
Magali Lara, Felipe Ehrenberg, Maris Bustamante, Marcos Kurtycz, María Eugenia Guerra, Ulises Carrión, Mónica Mayer, Manuel Marín, Lourdes Grobet, Helen Escobedo.
El chisme es un mecanismo de comunicación que se mueve en la delgada línea entre la verdad y la ficción. Como señalaba Ulises Carrión, su direccionalidad es clave: puede ser individual y dirigido, convertirse en rumor cuando se colectiviza, o escalar hasta el escándalo cuando sacude a una comunidad entera. En este sentido, el chisme desafía las estructuras verticales de información, proponiendo en su lugar una circulación horizontal donde el saber se desdibuja entre lo personal, lo político y lo público, lo relevante y lo aparentemente trivial. En esta tensión recaé precisamente su poder: al margen de la oficialidad, el chisme no solo informa, sino que conecta.
Esta exposición parte de ese potencial, desplegándose en un chismógrafo que reconfigura la manera en que el arte (correo) y sus protagonistas son narrados. Fechas de nacimiento, signos zodiacales, parejas, redes de amistad, escándalos: datos que, en un circuito de legitimación institucional, podrían parecer irrelevantes, pero que revelan la manera en que los vínculos personales atraviesan la práctica artística. En lugar de una cronología de obras y manifiestos, aquí la trama se construye a partir de lo informal, de lo que usualmente se susurra entre lineas y que, al ser puesto en primer plano, se convierte en una estrategia para ampliar la relación del arte con otros públicos.
En este ejercicio, el arte correo emerge como antecedente clave. Carrión advertía que el mail-art no debía juzgarse bajo los criterios plásticos tradicionales, sino entenderse como una estrategia cultural donde la organización y circulación de la obra formaban parte del trabajo mismo. Así, al igual que el arte correo se expandió en redes de intercambio alternativo, el chisme también se filtra a través de canales paralelos a los discursos oficiales. Hoy, estas prácticas encuentran resonancia en las plataformas digitales y sistemas de mensajería, donde la inmediatez y la velocidad de circulación generan nuevos escenarios de resistencia, intercambio y afecto.
El chismógrafo se inscribe en una genealogía de formas narrativas que han operado tanto en la clandestinidad del salón de clases como en el centro de la cultura de masas. Desde las cartas anónimas hasta las columnas de revistas de espectáculos, desde los archivos de rumores en la historia del arte hasta las representaciones serializadas del chisme en plataformas de streaming, esta propuesta curatorial se sitúa en la intersección entre archivo, estrategia y ficción. Lo que aquí se pone en juego no es solo una revisión de la información en el arte, sino un desplazamiento de los mecanismos de validación, proponiendo el chisme como un lenguaje de afectos, complicidades y reconfiguraciones de poder.
Curaduría: José Herrera
Magali Lara, Felipe Ehrenberg, Maris Bustamante, Marcos Kurtycz, María Eugenia Guerra, Ulises Carrión, Mónica Mayer, Manuel Marín, Lourdes Grobet, Helen Escobedo.
El chisme es un mecanismo de comunicación que se mueve en la delgada línea entre la verdad y la ficción. Como señalaba Ulises Carrión, su direccionalidad es clave: puede ser individual y dirigido, convertirse en rumor cuando se colectiviza, o escalar hasta el escándalo cuando sacude a una comunidad entera. En este sentido, el chisme desafía las estructuras verticales de información, proponiendo en su lugar una circulación horizontal donde el saber se desdibuja entre lo personal, lo político y lo público, lo relevante y lo aparentemente trivial. En esta tensión recaé precisamente su poder: al margen de la oficialidad, el chisme no solo informa, sino que conecta.
Esta exposición parte de ese potencial, desplegándose en un chismógrafo que reconfigura la manera en que el arte (correo) y sus protagonistas son narrados. Fechas de nacimiento, signos zodiacales, parejas, redes de amistad, escándalos: datos que, en un circuito de legitimación institucional, podrían parecer irrelevantes, pero que revelan la manera en que los vínculos personales atraviesan la práctica artística. En lugar de una cronología de obras y manifiestos, aquí la trama se construye a partir de lo informal, de lo que usualmente se susurra entre lineas y que, al ser puesto en primer plano, se convierte en una estrategia para ampliar la relación del arte con otros públicos.
En este ejercicio, el arte correo emerge como antecedente clave. Carrión advertía que el mail-art no debía juzgarse bajo los criterios plásticos tradicionales, sino entenderse como una estrategia cultural donde la organización y circulación de la obra formaban parte del trabajo mismo. Así, al igual que el arte correo se expandió en redes de intercambio alternativo, el chisme también se filtra a través de canales paralelos a los discursos oficiales. Hoy, estas prácticas encuentran resonancia en las plataformas digitales y sistemas de mensajería, donde la inmediatez y la velocidad de circulación generan nuevos escenarios de resistencia, intercambio y afecto.
El chismógrafo se inscribe en una genealogía de formas narrativas que han operado tanto en la clandestinidad del salón de clases como en el centro de la cultura de masas. Desde las cartas anónimas hasta las columnas de revistas de espectáculos, desde los archivos de rumores en la historia del arte hasta las representaciones serializadas del chisme en plataformas de streaming, esta propuesta curatorial se sitúa en la intersección entre archivo, estrategia y ficción. Lo que aquí se pone en juego no es solo una revisión de la información en el arte, sino un desplazamiento de los mecanismos de validación, proponiendo el chisme como un lenguaje de afectos, complicidades y reconfiguraciones de poder.